La gestión del agua en la mayoría de los países de América Latina se encuentra en una encrucijada. Por un
lado, la demanda crece debido al crecimiento de las ciudades y de la producción agrícola e industrial; por
el otro los problemas con la oferta aumentan debido a la sobreexplotación de los mantos acuíferos, la contaminación (tanto de fuentes superficiales como de acuíferos) y el desgaste de la infraestructura.